En mi niñez me hacían promesas, las cuales serían el resultado de una acción positiva de mi parte.
- ¡Come y te llevare al Zoológico!
- ¡Haz tu tarea y te compro Helado!
Estas son algunas que frecuentemente escuchaba; ninguna de ellas fue cumplida. Esto sin lugar a dudas afecto mi conducta, manera de ver las cosas y deje de creer en las personas que me hacían aquellas promesas una y otra vez.
Unos años más tarde con el nacimiento de mi primera Sobria, me propuse que cada promesa hecha debe ser cumplida, sino puedo cumplirla pues no debía hacerla. Esto me ha estado acompañando hasta el día de hoy.
Comprendí que había promesas que por circunstancias más fuertes de lo que yo ser, me harían faltar a ella. Pero deja un dolor profundo en el corazón porque me hace sentir como aquellas personas que no cumplían las promesas que me hacían. Con mi pareja también he hecho promesas y lucho por cumplirlas, cuando falto a alguna de ellas, llego tarde por alguna situación que se presenta y veo su rostro de decepción mi corazón se rompe en mil pedazos y solo deseo que la tierra me trague.
Las promesas son valiosas, son sumamente importante y deben ser cumplidas.
El Ser humano que promete todo es seguro que no hará nada y cada uno que prometa demasiado se encuentra en peligro de utilizar medios diabólicos para llevar a cabo sus promesas y está ya en el camino de la perdición. Carl Jung
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